Corría el año 1996 y en Lima un hombre llamado Pedro Pablo Nakada empezaba a poner en práctica sus más bajos instintos asesinos. De apariencia osca y retraída, el mal llamado “Ángel de la muerte”, al ser capturado dijo, sin el mínimo remordimiento. “Odio a los homosexuales, los maricones no merecen vivir. Tampoco los alcohólicos, las prostitutas ni los fumones. Mi misión es limpiar todo eso”.
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Declarado inimputable por la justicia peruana, Nakada, se inició como un torpe pistolero, pero con el paso del tiempo adquirió la “experiencia” asesina suficiente para adoptar un “estilo” único para “matar sin dolor”.
Maltratado
De niño Pedro Pablo habría sido abusado por su padre biológico y también por sus hermanos, según consta en las declaraciones que le brindó a la policía, dónde afirmó que su progenitor alcohólico lo maltrataba, su hermano mayor lo obligaba a realizarle sexo oral y su hermana lo violó a los seis años; además, le exigían vestirse de niña y salir a la calle, recibiendo solo burlas y para cerrar el círculo, en su escuela era punto de bullyng de forma constante.
Saga sangrienta
Oficialmente se registró que luego de matar a Carlos Edilberto Merino Aguilar (26); en los dos años que duraron las investigaciones policiales de ese primer crimen; Nakada se dedicó a matar al menos a 25 personas.
Al ser capturado y durante los interrogatorios decía: “Yo no soy un criminal, soy un limpiador, he librado a la sociedad de homosexuales y vagabundos”.
Entre sus víctimas fueron identificadas: Teresa Cotrina Abad, Walter Sandoval Osorio, Carlos Walter Tarazona Toledo, Gerardo Leonardo Cruz Libia, María Verónica Tolentino Pajuelo, Luis Enrique Morán Cervantes, Pedro Omar Carrera Carrera, Enoch Eliseo Félix Zorrilla, Hugo Vílchez Palomino, Widmar Jesús Muñoz Villanueva, Nell Cajaleón Pajuelo, Nazario Julián Tamariz Pérez, Didier Jesús Zapata Dulanto, Agustín Andrés Maguiña Oropeza, Luis Melgarejo Sáenz y Nicolás Tolentino Purizaca Gamboa.
Asesino en potencia
Es preciso señalar que era tal el resentimiento hacia su propia familia que, durante su juicio, varias veces dijo que no tenía vínculos familiares y que había empezado matando gatos y perros, lo cual le brindaba satisfacción y placer.
Nakada, aseguró que sentía tanto rencor por las personas que consideraba escoria, pero lo cierto es que asesinó a mujeres de la tercera edad, taxistas y sus pasajeros, cosmetólogos, adolescentes y niños.
Inimputable
Quizás mató a más de 25 seres humanos y en el momento de su captura estaba planificando lanzar una granada en una discoteca llena de gente, pero fue declarado inimputable, sin embargo; cumple su condena de 35 años en penal de Lurigancho, lugar dónde en varias oportunidades intentó quitarse la vida, por lo que fue trasladado al pabellón de enfermos mentales, en dónde debido a su esquizofrenia paranoide, aún amenaza que debe “seguir cumpliendo su misión purificadora”.